Para comenzar el proceso creativo, mi primer paso es pensar: qué quiero hacer, por qué lo quiero hacer, cuáles son mis objetivos y qué ideas o conceptos son importantes para desarrollar el objeto que voy a crear. Entender, pensar, desarrollar el campo de las ideas antes que el de las cosas. Esto me lleva a escribir para aclararme. De aquí sale un texto acerca de qué es un libro para mí, ya que en este caso voy a hacer un libro de artista en pequeño formato para ser intercambiado entre un grupo de artistas, este intercambio nace en la Red Libro de Artista.
Y este es mi primer avance del proceso.
Un libro es un contenedor de ideas, una caja que lleva conceptos, palabras, imágenes, signos y símbolos de otras cosas.
Un conjunto de conceptos en formato material, un objeto ante todo, que se puede mirar y tocar. Y que me dice algo. Que me recuerda algo, que puedo entender. Un comunicante. Un medio entre alguien y yo lector, o entre mi expresión y alguien.
Un libro suele ser de papel, suele tener una secuencia lineal de texto. Un argumento que se expresa de forma lineal como el tiempo. El tiempo está contenido en un libro, implícitamente.
Mis manos tocan el libro, pasan las páginas, sostienen su peso, se resecan con el papel, lo ensucian.
Mis manos reconocen las tapas duras, la textura, la lisura, la fragilidad del papel, y a veces pueden sentir el relieve de las letras en las hojas. El libro tiene un olor particular.
El libro estremece mis sentimientos y mis emociones, los libera, y genera un nuevo conocimiento en mi ser. Hace vivir experiencias no vividas y me une con el artista que lo ha creado por un momento como si fueramos una misma persona.
Un libro es un universo paralelo.
Un libro es un signo del alma estampado en el mundo.
Un libro es un artefacto de luz que señala un camino.
Un libro es un dogma, un canto, un sueño, un río, una ventana.
Un libro es un ser vivo que recorre su propio destino.